Viernes a las 18 horas

 

Día lunes, el reloj marca las 9 de la mañana, el personal al frente de sus respectivos escritorios, alguno que otro con la evidencia del fin de semana: bostezos, párpados semicerrados, despeinados, preguntando ¿ya hirvió el agua para el café?

 

 

El timbre del teléfono irrumpe en el escenario…

- ¿Pedro?
- Sí. Contestó al mismo tiempo que corroboraba que el anexo era de su jefe, el gerente comercial.
- Por favor anota en tu agenda: este viernes a las 18 horas, antes que te retires, pasas por mi oficina.
- De acuerdo Fernando ¿llevo algún documento en especial? 
- No es necesario. 

 

Esas tres últimas palabras quedaron flotando en su mente, algo trató de decirme Fernando, ¿será una sorpresa? pero el gerente no da sorpresas. Si hubiera sido urgente me lo hubiera dicho, y si fuera importante igual me citaría a su oficina hoy lunes y no el viernes. Se quedó penando con el teléfono en la mano y mirando hacia el techo: recién lo habían pintado.

 

Colgó el teléfono y sintió que las miradas de todo su equipo de ventas no se dirigían a él, sino contra él, la supervisora Angelita la más chismosa de todos, no solo le miraba sino le enseñaba los dientes, detrás de una sospechosa sonrisa.

 

A Pedro le decían Pedro Pedrito no por cariño sino por miedo, pocos lo conocían por sus apellidos. 

Nunca destacó en el colegio. No era indisciplinado, era flojo, pagaba para que hagan sus trabajos. Según su filosofía se cuestionaba ¿para qué estudiar nueve meses, si en marzo puedo pasar los cursos? Pedro Pedrito se caracterizaba por su forma de vestir: camisa de marca, correa de cuero legítimo, pantalón cero arrugas, zapatos lustrados cuyo brillo en la noche no era desapercibido, a esto se sumaba el perfume que importaba directamente de Francia. Su pelo siempre corto y sus bigotes parecían cortados por un cirujano.

 

Pedro Pedrito, era lo que se conoce como una persona “entradora” caía bien a la gente, en una entrevista se vendía como un hombre exitoso, era locuaz y no utilizaba palabras complicadas. Se jactaba de no tener estudios superiores, pero tenía buenos contactos, “eso manda en este negocio” respondía cada vez que le preguntaban cuál era su profesión. Tenía la rara habilidad de leer un documento que otra persona leía al frente suyo. “Es como cuando un ingeniero lee un plano, lo puede hacer al derecho y al revés”

 

Pedro Pedrito, desde hace un año era jefe de ventas. Al comienzo las ventas de su equipo superaron las metas del trimestre, por lo que se ganó un viaje en Crucero por el Caribe, después la productividad de su área comenzó a decaer a límites por debajo de lo proyectado. Pasó también algo curioso: la gente de su equipo se retiraba de la empresa y se iban a la competencia “aunque le paguen menos pero que lo traten mejor”. Esto llegó a oídos de Fernando Marruecos el gerente comercial, quien entrevistó informalmente a los vendedores y constató que Pedro Pedrito conducía la fuerza de ventas de una manera caótica, dos días antes del cierre de mes, les subía las metas, despedía gente con experiencia para contratar gente que lo adulaba por su ropa de marca o el perfume europeo. 

Fernando Marruecos, era el jefe de Pedro Pedrito, tenía lo que se llama “el olfato de ventas” Sus muchos años de experiencia en la venta de tangibles e intangibles le sirvió para entrevistar a los que se retiraban del área comercial, algunos llorando le confesaban que se sentían maltratados, “solo somos un número en esta empresa” “nos exprimen como un limón y luego nos botan”. Esto llevó a Fernando a tener más de tres reuniones con Pedro Pedrito para mejorar sus resultados comerciales, pero a pesar del apoyo de la gerencia, las ventas decayeron a tal punto que, por primera vez en 20 años de fundada la empresa, las cifras estaban en rojo.

Pedro Pedrito al ingresar al comedor de la empresa, sintió que la gente lo miraba de reojo como si hablaran de él, escuchó su nombre entrecortado junto con otras palabras cuyo tono le parecían de pena o lástima “algo están diciendo de mi” pensó y caminó hacia la mesa que tenía el letrero de reservado.

 

Martes y miércoles, sus sospechas se acentuaron cuando en el ascensor escuchó el siguiente dialogo:

- ¿Viste el aviso en el periódico?

- Sí, es para el área comercial.

 

Pedro Pedrito prefirió quedarse en el ascensor y llegar al último piso, allí estaría unos momentos solo tratando de disipar sus preocupaciones, pero se equivocó: encontró gente fumando, entre ellos a Gabriel, el hombre clave de informática, lo reconoció rápidamente por el USB como llavero, además de la sonrisa de siempre.

 

- Gabriel ¿puedo preguntarte algo?

- Si Pedro Pedrito cómo no.

- ¿Sabes si van a haber cambios en mi área?

Gabriel lo cogió del brazo y lo llevó a una esquina.

- Sí, estamos preparando los datos para el nuevo jefe de ventas, pero por favor esto que te cuento es confidencial, yo estoy encargado de eso, lo hago a partir de las 8 de la noche todos los días.

 

Esa es la hora en que me retiro, pensó Pedro Pedrito.

 

- Es un pedido del gerente general y de tu jefe, prosiguió Gabriel.

- Te agradezco, esto quedará entre nosotros.

 

Al bajar a su oficina, Pedro Pedrito sintió que todos lo miraban fijamente como si lo quisieran hipnotizar, escuchaba un concierto de voces que no podía descifrar. Tropezó un par de veces hasta sentarse en su silla.

 

Conectó su USB a su computadora, le salió un mensaje que no podía copiar archivos sin permiso del administrador, entonces decidió enviar un correo al área de soporte informático, pero el sistema no reconoció su usuario.

 

Cogió su maleta y comenzó a guardar discretamente sus pertenencias, un dolor de cabeza lo obligó a quedarse sentado, desde su sitio podía observar como trabajaba su equipo, todos con la cabeza agachada o mirando la pantalla de la pc. Se percató que lo miraban de reojo, como queriéndole decir algo.

 

Decidió tomar libre el jueves por la tarde, acudió a la clínica fingiendo un dolor de oído, el doctor le recetó un ansiolítico.

Por la noche llamo a Gabriel.

- Pedro Pedrito ¿Cómo estás?

- No tan bien, quiero me saques de una duda y seas franco conmigo.

- Sí, a tus órdenes.

- ¿Sabes algo de mi futuro laboral en la empresa?

- Bueno, sí. Pero no es una buena noticia, mañana viernes te van a decir que ya no continuarás en la empresa, hoy por la tarde he creado el correo de tu reemplazo, lo siento Pedro Pedrito, no me gusta dar malas noticias.

- ¿Y quién más sabe sobre esto?

- Todos en la empresa, todos comentan sobre tu salida. Yo creí que tú lo sabías.

 

El día viernes fue para Pedro Pedrito el día más largo de su vida, llegó una hora más temprano de lo acostumbrado, no tomó el café de las 10 de la mañana, no fue al baño en todo el día, no consumió su acostumbrada galleta con gaseosa de las 11, no salió a almorzar ni pidió delivery. Esperaba las 18 horas como si tuviera una cita con la guillotina. Respiró con dificultad y sintió que su corazón era más grande, como del tamaño de sus hombros.

 

A las 5 y 30, hora de salida sus compañeros se despedían de él con un “nos vemos” “chau” pero nadie le decía “hasta el lunes”

5 y 35, toma una pastilla para la presión alta, sus oídos zumbaban, no podía mantenerse en pie.

5 y 40, se desanuda la corbata para limpiarse el sudor que cubría su rostro.

5 y 45, mira de derecha a izquierda, piensa “todos se han ido, falto yo”

5 y 50, la oficina está sola y él más solo que nunca. Jadea levantando los hombros. 

5 y 55, se coge la frente y se tapa los ojos, su respiración es entrecortada, tiene ganas de tomar agua, pero teme no llegar con vida al dispensador.

5 y 59, toma fuerzas, se levanta de su sitio y se dirige a la oficina de Fernando.

 

Fernando lo esperó en su oficina, no le preguntó que le pasaba. Lo invitó a pasar. Pedro Pedrito observó que Fernando tenía a su derecha unos papeles y un cheque. Su habilidad de leer al revés no le falló esta vez: el encabezado estaba en letra de imprenta: Constancia de trabajo.

 

Fernando cerró la puerta. Pedro Pedrito sintió la silla más fría que nunca, alzó la mirada y logró ver a su jefe, como si estuviera desapareciendo. 

Pedro Pedrito sabía que eran sus últimos momentos en la empresa.

 

En el área de recursos humanos hay varias situaciones delicadas que requieren de mucho tacto por parte de los jefes o los que comunican noticias poco agradables. De acuerdo a mi experiencia, hay dos situaciones que requieren sumo cuidado: 

- Anunciar el fallecimiento de un familiar cercano.

- Comunicar la desvinculación laboral o despido. 

En el caso de Pedro Pedrito, apreciamos los efectos negativos tanto a nivel físico como mental.

En los tratados de administración de personal, así como de gestión de recursos humanos se plantea que la salida de un trabajador debe ser lo más saludable posible - salvo el caso de una falta grave- y debe ser un proceso en el cual el trabajador y el representante de la empresa, puedan sostener una comunicación sin rencores ni resentimientos, a pesar que el momento no es agradable ni esperado.

 

Si usted en algún momento de su vida laboral le encargan desvincular personal, le alcanzo algunas sugerencias para hacer que ese momento sea más llevadero:

1. El momento de comunicar al trabajador su desvinculación, debe ser lo más cercano posible a la decisión de desvincularlo, eso evita la filtración de información y que se difunda como rumor circulando la famosa frase “todos saben que lo van a despedir, menos él”

2. El lugar de reunión debe estar aislado de ruidos e interferencias. Desconecte el teléfono. Apague su celular.

3. Sustentar la decisión con fundamentos objetivos, alejado de las emociones propias del momento como ansiedad, depresión, angustia por perder el trabajo.

4. Explicarle los derechos legales y laborales que tiene, brindándole la cantidad exacta que recibirá en el plazo que la ley contempla.

5. Si existe un beneficio adicional como, por ejemplo, beneficio de atención médica, o algún aporte económico por parte de la empresa, comunicarlo en ese momento.

6. En algunos casos el trabajador menciona que no desea que circule la versión “que lo han botado”. Aquí se le solicita que nos recomiende que debemos decir como “versión oficial” sobre su salida.

7. En muchos casos la constancia de trabajo contiene el nombre del trabajador, su fecha de ingreso y de salida y termina con la famosa frase: “se le agradece por los servicios prestados”. De ser posible, decidir en consenso que se debería adicionar en la constancia.

8. Darle tiempo para que exprese emociones sobre la empresa, si tiene algún pendiente o quien puede realizar sus funciones. Igualmente, solicitarle algunas recomendaciones para la empresa.

9. Ofrecerle apoyo personal como referencia en su CV. por ejemplo, decirle “Aquí tienes mi tarjeta, cuando me cites de referido pones mi teléfono directo”.

10. Pedirle si desea alguna información adicional.

11. Despedirse agradeciendo por el tiempo de permanencia en la empresa.

 

Probablemente los puntos anteriormente mencionados puedan parecerle excesivamente diplomáticos. No olvidemos que un trabajador al salir de la empresa, se convierte en nuestro “relacionista público” sin sueldo ni horario. Hagamos que su salida sea saludable.

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