¿Y después de la evaluación de riesgos psicosociales?

Esta fue la misma pregunta que se hizo el Ingeniero José Chamaya cuando tuvo en sus manos el informe de evaluación de riesgos psicosociales de la empresa Morriberón Asociados.

 

José Chamaya decidió investigar…

 

La palabra psicosocial, la ubicó 2 veces en la ley de seguridad y salud en el trabajo, la palabra se encontraba prácticamente perdida en los 103 artículos. No contento con esto, buscó el reglamento de esa ley que se publicó en diario oficial, 1 año 3 meses y un día después de publicada la ley, revisó los 123 artículos, con el resaltador en mano, la encontró 4 veces, pero nada más, se dirigió a las últimas páginas con la esperanza de encontrar su significado en el glosario, pero fue un intento inútil. Buscar esta palabra de por sí es un riesgo psicosocial, pensó.

 

Durante sus estudios universitarios, había conocido el IPER y otras técnicas y métodos para reconocer y evaluar los riesgos en la zona de trabajo, pero jamás se asomaron esas dos palabras que juntas, se alejaban del lenguaje técnico conocido. La primera palabra “psico” la asoció con psicología, con aspectos mentales y subjetivos, y “social” lo relacionó con el entorno laboral. Sintió que esta palabra cobraba vida propia, cuando le llegó la noticia que los inspectores del ministerio estaban visitando las empresas del distrito.

José Chamaya Trisolini, lucía unos lentes gruesos con lunas photobrown, que le daban un aspecto misterioso e intelectual a su mirada, jamás se los quitaba, también le servía para ocultar su sueño, particularmente en las clases después del almuerzo. José podía quedarse inmóvil, con su mano derecha sujetando su cabeza, parecía estar atento, pero no era así, se quedaba dormido, tenía la rara capacidad de despertarse cuando el profesor se acercaba a un metro de distancia. Le gustaba combinar chompas o casacas con un jean, siempre vestía de forma casual, sin llegar a ser elegante, pero era sobrio en el vestir como en el caminar. Su edad era un misterio. 

 

Su forma de hablar y sus conversaciones demostraban un vocabulario extraído de profundas y filosóficas lecturas, aunque a veces demostraba un humor fuera de lo común rozando en la ironía. Era especialista en poner apodos a los profesores, así al profesor más delgado le puso “alma calata”, al profesor cubano visitante le puso “balsero”, pero eso sí, solo le ponía el apodo. Una vez que sus compañeros se enteraban del apodo del profesor, el nombre quedaba desplazado y difundido por toda la facultad, incluido los ingresantes.  

 

Destacó desde los primeros ciclos por su habilidad mental con los problemas que planteaba el profesor en la pizarra. Solía retar a sus compañeros que tenían modernas calculadoras, el truco no está en la máquina sino en el razonamiento, solía decir, golpeando repetidas veces su dedo índice en su cabeza. Por ese entonces el curso más difícil en la facultad de ingeniería era algoritmos, él resolvía los problemas del curso en la mitad del tiempo que sus compañeros. 

 

Sorprendió a su jurado de tesis, cuando le hicieron una pregunta que requería un análisis matemático complejo, para sustentar su respuesta, cogió la tiza y demostró en la pizarra a través de coordenadas y fórmulas, que la pregunta era tan infantil como absurda, dejando en el más absoluto ridículo, al presidente del jurado que era el decano de su facultad. Después de una ininterrumpida hora de exposición y de siete borradas de pizarra, el jurado lo aprobó con el calificativo de sobresaliente. 

 

Fue el mismo decano quien le firmó la carta de recomendación para postular a la empresa más prestigiosa del sector industrial: Morriberón Asociados. Ingresó como practicante y en menos de tres meses fue jefe de sección, a los cuatro meses le encargaron el área de tecnología de maquinaria rusa, el idioma lo practicó y perfeccionó cuando a los 11 años ganó una beca para estudiar en Moscú. Tampoco le fue difícil ser el jefe de prevención, cargo que le crearon para que se quede en la empresa cuando culminó sus prácticas.

 

Pepe, buscó en Google evaluación de riesgos psicosociales, encontró encuestas y cuestionarios sobre el tema, incluso descargó el manual de una prestigiosa universidad colombiana. Se demoró tres días en leer todo el material descargado y concluyó que esos instrumentos solo tenían validez para el país de origen. ¿Y ahora qué hago? es muy posible que cuando nos visiten los inspectores del ministerio nos soliciten la evaluación de riesgos psicosociales, pensó

Llegó temprano a la oficina, borró lo que estaba escrito en la pizarra y escribió en letras de imprenta: Objetivo de la semana: Pedir cotización de empresas especializadas en riesgos psicosociales.

 

A su correo le llegó las más diversas propuestas. Se tomó la molestia de imprimirlas y leerlas, al final se quedó con tres que cumplían con dos requisitos: tener experiencia en el tema y que sea un psicólogo que lidere el equipo de evaluación. La primera empresa evaluaba al personal en dos días, no explicaban su metodología. La segunda empresa, presentaba una metodología que le resultó conocida: era la misma propuesta de la universidad colombiana, le llamó la atención que la evaluación se limite a cuestionarios y que el proceso de evaluación demore dos meses, con un equipo de ocho personas a tiempo completo en la empresa. La tercera le pareció enigmática, pues ofrecía una capacitación previa de 60 horas a todo el personal, incluyendo a los contratistas, más 50 horas de evaluación y la presentación por escrito del informe final, pero si se deseaba una exposición de los resultados, le presentarían otra cotización. Las tres empresas advertían en sus propuestas que la inversión era un tema a tratar.

 

Después de entrevistar a los representantes de las tres empresas, las descartó por sus argumentos poco convincentes. Le pareció sospechoso que no sustentaran bien su metodología, dándole la sensación que estaban improvisando o que no conocían bien el tema. Llamó a una cuarta que le propuso una metodología basada en evaluaciones cuantitativas y cualitativas, le pareció atractiva o más realista y en tres semanas tendría el informe final. 

Ahora, el informe de 150 páginas, estaba en su poder, mostraba cuadros, diagramas, tablas de resultados por cada área del organigrama y los resultados generales de la empresa. Encontró información que corroboraba alguna de sus inquietudes, así como aportes a nivel cualitativo, fruto de las entrevistas individuales y grupales.

 

El día que llegaron los inspectores del ministerio, Pepe Chamaya les presentó el informe, le dijeron que estaba bien, pero era necesario tomar las medidas correctivas y monitorearlas, ese sería el objetivo de la segunda visita en 90 días.

 

Cuando se fueron los inspectores, Pepe Chamaya se hizo la misma pregunta que titula este artículo y probablemente usted amable lector estará haciéndose: ¿Y después de la evaluación de riesgos psicosociales?

 

Esta pregunta la intentamos contestar con mis alumnos del diplomado de riesgos laborales, los cuales después de analizar los resultados de una investigación, propusieron en grupo algunas acciones, las cuales, quisiera compartirlas con ustedes:

 

En primera instancia: acciones a tomar en un máximo de dos semanas

Convocar a los profesionales de la salud y seguridad de la organización para analizar las posibles causas y consecuencias de la presencia del riesgo o riesgos psicosociales detectados.

Precisar que la evidencia de un riesgo psicosocial no se centra en la persona, sino en el área o las áreas involucradas.

Establecer un plan de acción, promoviendo el reconocimiento del riesgo detectado y si el caso lo requiere, aplicar una medida o sanción correctiva.

 

A mediano y largo plazo: ejecutar actividades en un máximo de 12 meses

  • Identificar las competencias organizacionales o perfiles para los procesos de selección y evaluación de personal.  
  • Implementar un proceso de evaluación de desempeño, cuyos indicadores evidencien las competencias blandas o rasgos de personalidad de los evaluados.
  • Identificar los riesgos con sus posibles causas y consecuencias, para el trabajador y la organización.
  • Difundir los riesgos psicosociales a través de procesos de reinducción.
  • Trabajar con el área afectada, tanto a nivel grupal e individual, teniendo como objetivo, precisar las condiciones causales del riesgo y constatar si el área es consciente o no, de las consecuencias del riesgo.

 

A nivel organizacional: ejecutar acciones con la intervención y el respaldo del más alto nivel de la organización.

  • Implementar un código de convivencia.
  • Optimizar los procesos de selección de personal, prestando atención al factor personalidad y relaciones interpersonales. 
  • Emplear una metodología de evaluación y selección que permita evidenciar las competencias de los evaluados.
  • Difundir la política de riesgos psicosociales, incluido el proceso administrativo.
  • Crear un observatorio de riesgos psicosociales, integrado por profesionales de la salud y de seguridad.
  • Incluir en los procesos de inducción el tema de riesgos psicosociales.
  • Monitoreo periódico de los riesgos psicosociales. Prestar atención a los resultados cualitativos.
  • Incluir, dentro del plan anual de capacitación, talleres cuyo objetivo sea sensibilizar a los trabajadores sobre la detección y consecuencias de la presencia de un riesgo psicosocial en la organización.

 

Dado que los diagnósticos son institucionales e intransferibles, estos lineamientos iniciales pueden ser adaptados a la idiosincrasia de cada empresa.

 

Al ingeniero José Chamaya Trisolini le sirvieron estos lineamientos. 

 

Espero que a Usted también.

 

Escribir comentario

Comentarios: 0